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No soy Beatriz de Mesina... Pero puedo ser tan ácida y corrosiva como ella. Y si no, que se lo pregunten a Wayfarer... Pero, como casi siempre, todo es mucho ruido y pocas nueces.

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Beatriz de Mesina/Female/21-25. Vive en Spain/Madrid/Móstoles/Hospital, habla Spanish. Pasa 20% del día contectado/a. Usa una conexión de Fast (128k-512k). Y le gusta Baile/Cine.
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Jueves, 29 de Enero, 2004

Cansado de trabajar

Trabajar ocho horas diarias, aunque sea sentado en una silla delante de un ordenador, produce cansancio físico al final del día. El mal más extendido entre este tipo de trabajador sedentario es la fatiga mental. Se calcula que el 10 por ciento de personas que trabajan con información, como controladores aéreos o telefonistas, la padece.

La definición médica califica la fatiga mental de “disminución temporal de la eficiencia funcional mental”. En términos vulgares, es cuando la cabeza ya no da para más, después de una dura jornada laboral.

La fatiga mental surge tras períodos continuados de tensión y trabajo excesivo. Si no es muy acusada, las consecuencias se dejan notar usualmente en el trabajo:

Produce disminución de los reflejos.

Tendencia a la pasividad intelectual.

Pérdida de concentración.

Peor relación esfuerzo-resultado.

Menor capacidad de asimilar información.

Todo esto lleva aumentar el nivel de errores en las tareas y a entorpecer el trabajo. Es una sensación que todo trabajador suele tener un día u otro, el problema es cuando se convierte en una dolencia permanente. En ese momento, las repercusiones van más allá de un simple retraso en el trabajo:

Trastornos del sueño.

Fatiga ocular.

Sensación continua de cansancio.

Mareos, dolores de cabeza, irritabilidad, somnolencia, etc.

Antes de llegar a esta situación es conveniente atajar la raíz del problema.

Cómo surge

La fatiga mental surge como consecuencia del estrés. El estrés puede provocar niveles óptimos de rendimiento siempre que se controle el nivel al que el trabajador es sometido. Muchos profesionales prefieren trabajar bajo presión porque aseguran que dan más de sí.

Pero, cuando se pasa la línea límite los beneficios se vuelven en contra del empleado: poca productividad, menor creatividad, carácter irascible, empeoramiento de las relaciones interpersonales, etc. Todas estas actitudes llevan a la fatiga mental.

Una vez caemos en ella, es complicado escapar ya que forzamos más el cuerpo para llegar a los niveles de rendimiento que deseamos y así vamos acrecentando la fatiga.

Esta dolencia suele darse en trabajos que exigen esfuerzo intelectual o una implicación emocional. Pero también afecta a aquellos empleados que realizan tareas monótonas y repetitivas que requieren de atención continua.