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No soy Beatriz de Mesina... Pero puedo ser tan ácida y corrosiva como ella. Y si no, que se lo pregunten a Wayfarer... Pero, como casi siempre, todo es mucho ruido y pocas nueces.

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Beatriz de Mesina/Female/21-25. Vive en Spain/Madrid/Móstoles/Hospital, habla Spanish. Pasa 20% del día contectado/a. Usa una conexión de Fast (128k-512k). Y le gusta Baile/Cine.
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Viernes, 18 de Junio, 2004

Fox Stinger: GÉNESIS 2.0

Capítulo 23: Ely y Juan Pedro, de nuevo juntos. Los Hermanos Sangrientos ayudan a Stinger.

Stinger fue descubierto por la sombra de ojos rojos quien, al irse El Doctor, le quiso ayudar. Su nombre es Erión. Justo cuando ellos - Stinger, Asuero y Erión - se marcharon, llegaron Los Hermanos Sangrientos, Sanguis y Sanguilentus. Mientras, Juan Pedro buscaba la manera de salir de allí bajando las escaleras. Resolviendo una especie de prueba, logró abrir dos puertas pero en la tercera tenía que introducir una contraseña. Otra puerta quedó abierta misteriosamente y, armado con un pico, se puso delante de ésta. Algo o alguien se lanzó contra él.

Juan Pedro tiró el pico. Cayó al suelo violentamente. Se defendió pero no podía verse de qué exactamente. Sólo notaba un pequeño cuerpo encima suyo lamiéndole la cara.

-¿Un perro? ¡No me lamas más! - dijo apartándole e incorporándose -. ¿Qué hacías ahí encerrado? Quien lo haya hecho no tiene corazón. Ojalá pudieras ayudarme porque necesito ayuda.

El perrito, un cachorro de tres meses de Alakan Malamute, movía el rabo con rapidez y fuerza. Le sacaba la lengua y le observaba con alegría.

-A ver... Necesito encontrar una contraseña para activa la electricidad pero, ¿cómo?

El perrito giraba la cabeza como si estuviera en busca de algo. Inmediatamente el canino entró por la puerta por la que había salido. Juan Pedro se quedó intrigado. Al rato, el cachorro salió con un trozo de piel que llevaba algo escrito. Juan se lo cogió de la boca y lo examinó. Acto seguido introdujo la contraseña diciéndolo en voz alta.

-I-C-K-A-N-I-E-L. ¡¿Ickaniel?! - al oír esto, el perrito ladró -. ¿Es posible que sea tu nombre? - preguntó a cambio de un ladrido por contestación -. Vaya nombre más raro. Bueno, ahora los números... Uno, cuatro, dos y tres. ¡Ya está!

Sin embargo, no sucedió nada, mas ahora se hizo audible un sonido muy peculiar, como de chispazos eléctricos.

-¿Dónde estará esta vez?

El cachorro, Ickaniel, se le acercó y, con sus dientes, le tiró del pantalón señalando detrás del panel en donde había un botón metido. Se asomó para ver pero no lo vio. El ruido continuaba sonando. Dio puñetazos al panel y el botón saltó hacia fuera. Un último chasquido avisaba de la apertura de algo en una de las cuatro puertas. El perrito no dejaba de mirar a Juan con su lengua sonrosada afuera y moviendo el rabito.

-Qué majo eres. Gracias por tu ayuda.

Juan Pedro se quedó contrariado pues pensó que, con este último gesto, se restablecería la electricidad de aquel complejo. Visitó todas las estancias, empezando desde la cuatro, yendo correlativamente hasta llegar a la puerta uno. El sonido era mucho más fuerte ahí. Cerró la puerta ya que detrás de ella apareció un saliente con una palanca. La accionó al levantarla.

-Y se hizo la luz. ¡Aleluya! Lo mío me ha costado... Y algún que otro susto...

Al abrir, otra vez, la puerta y quedándose en el interior del cuarto, el perrito ya no se hallaba. No sentía ningún movimiento o sonido. Justo cuando iba a salir, se presentó Ely dándole un tremendo susto, haciéndole gritar.

-Cada día me sorprendes más. No sabía que gritaras tan...

-¡Ely! Calláte.

-Oye, ¿y este cachorro tan mono? ¿De dónde sales chiquitín? - preguntó Ely al tiempo que jugueteaba con él y le acariciaba.

-Lo encontré encerrado en un cuarto de estos.

-Ooooh, pobrecito, con lo guapo que eres. ¿Hacia dónde te diriges?

-Pretendía bajar esas escaleras.

Ely se levantó, puesto que estaba de cuclillas mimando al perrito, y se apoyó en la barandilla para asomarse.

-Uf, qué alto está esto. Por cierto, ¿y Stinger?

-Él... - contestó agachando el semblante.

-¿Qué significa eso?

-Hubo unos temblores en una cueva, antes de llegar aquí. El corrió todo lo que pudo pero... El suelo se derrumbó bajo sus pies y...

-¿Y dónde estabas tú que no le ayudaste? - viendo la tristeza de Juan Pedro, Ely dijo con total seguridad y con voz cálida: -Bueno, de todos modos no creo que esté muerto. Según esa loca de Tarsis, él es un chico especial así que no puede morir porque tiene que salvar el mundo.

-Tú lo has dicho, esa chica está como una cabra - le respondió cabizbajo -. Venga, bajemos. Tengo ganas de acabar con todo esto y descubrir qué pasa.

Los dos amigos y el perrito, el cual cargaba Juan Pedro, se pusieron ante la verja.

-No tengo ningún pase. Habrá que intentar abrirla por la fuerza.

-Hombres. Todo lo arreglan con la fuerza - pensó y le detuvo diciendo: - Espera muchacho. Yo tengo una tarjetita de seguridad. ¿Ves como tampoco era tan mala idea ir por donde he ido?

Al introducirla, la verja se abrió sola, impulsándose hacia atrás. De repente hubo un cortacircuito y las luces se volvieron a apagar. Juan regresó al cuarto uno para accionar la palanca pero ésta ya no respondía.

-La palanca no funciona. Tendremos que guiarnos en la oscuridad.

-Ayyyy... - suspiró Ely-. Qué harías sin mí. Menos mal que me he topado contigo, si no estuviera aquí la bajada no sería tan fácil como lo será con esta linterna - dijo sacándosela como por arte de magia -. Anda, larguémonos. Nos espera un laaaaaargo camino.

-Nunca olvides de qué bando estás - comentó Juan Pedro casi sonriente.

A Ely le molestó un poco ese comentario pero algo en su interior la decía que el tono con que lo dijo Juan Pedro era diferente al de otras veces.

Así pues, Juan Pedro, con el perrito en brazos y Ely, descendieron juntos por las largas y empinadas escaleras.

-El cachorro es un poco grande. ¿Vas a poder llevarlo todo el camino? - se le oía decir a Ely, desde el piso superior, de forma bromista.

Por su lado, Stinger, Asuero y Erión caminaban entre la penumbra.

-¿Qué pasa con la electricidad? - preguntó Erión.

-Estoy seguro que son Ely y Juan Pedro.

-¿Quiénes son? - inquirió Asuero.

-Mis amigos.

-¿Aunque esa Ely sea un soldado de El Doctor? - cuestionó Erión.

-Más respeto cuando se habla de mis amigos - dijo ligeramente alterado pero con tranquilidad -. Tú también eres un secuaz de El Doctor y estás con nosotros.

Después de esa palabras hubo un, casi, infinito silencio.

-Tengo la certeza de que Ely no es mala, al igual que lo pienso de ti - dijo con voz suave.

-¿Cómo puedes decir eso si ni siquiera me conoces? - le respondió con serenidad y serio.

-A veces tengo la capacidad de percibir las intenciones y el corazón de las personas...

Al oír un ruido cerca de ellos, Erión le hizo callar.

-¡Quietos! - susurró -. Noto una fuerte energía.

-¿Otro que presiente energía? Aquí todo el mundo tiene poderes sacados de un manga.

La sombra de ojos rojos se camufló con las densas tinieblas de alrededor. Stinger giró la cabeza para localizarle sin lograr verle.

-¿Nos ha abandonado? ¿Porqué? - reflexionaba para sí.

A los pocos segundos, unos pasos se apresuraban hacia ellos. Entre una leve claridad, vio a dos tipos sin camisa, pálidos y con los pantalones vaqueros cortos y desgarrados. Caminaban en su dirección. Pronto llegaron a donde Stinger y Asuero, deteniéndose frente a ellos.

-¿Qué ocurre? - preguntó Asuero preocupado e inquieto -. Tengo la sensación de que algo no va bien.

-Por lo que parece nos vamos a dar un festín, ¿verdad, Sanguis? - murmuraba el Metamorfo con una cicatriz en cada ceja, sacando sus colmillos.

-Sanguilentus, yo soy el líder y ordeno que les ayudemos - mandó Sanguis, el de la gran cicatriz en el pecho -. Así que guarda tus colmillos para más tarde.

-Pero... - replicó Sanguilentus.

Sanguis se aproximó a su cara. Amenazante, los ojos le brillaron en la oscuridad de color rojo. Sanguilentus, temeroso y sumiso, obedeció.

-Hola - saludó Stinger con inocencia -. ¿Habéis visto a una chica y a un chico por alguna parte?

-¿Una chica? - dijo Sanguis haciendo memoria mientras se acercaba, seguido de su compañero -. Sí, en la sala de control de mandos.

-Sin embargo el chico creo que está muerto - agregó Sanguilentus.

-¿Juan Pedro? Lo dudo, es imposible. Él es muy fuerte.

-Menudo festín que nos vamos a dar - repetía constantemente Sanguilentus susurrando y peinándose las cejas con los dos dedos.

-Por un casual, ¿no sabréis cómo se llega a La Organización? ¿A la sección Mathril?

-¿La Organización? ¿Sección Mathril? - preguntaron los dos Metamorfos a la vez y mirándose mutuamente -. ¿Cómo sabes de ella muchacho? - indagó Sanguis.

-Tengo que ir allí. Mis amigos van para allá también. Perdonad pero no tengo tiempo que perder. ¿Sabéis dónde está?

-Claro, nosotros os llevaremos allá. Seguidnos.

-¡Qué suerte! - exclamó Stinger.

-La suerte es nuestra - seguía mascullando Sanguilentus -. ¡Qué festín!

Anduvieron por largo tiempo. A Stinger le rondaba por la cabeza la repentina desaparición de Erión, mas se dio cuenta de otra cosa.

-Asuero, ¿no le parece que no llegamos a ninguna parte? - el hombre no contestó -. No me fío de estos tipos, me dan mala espina. Será mejor que vayamos con cuidado. Le veo agotado. ¿Quiere descansar?

-Gracias por preocuparte por mí. Me vendrá bien hacer un alto en el camino.

-¡Hey, vosotros! ¡Mi amigo necesita descansar!

-Ya hemos llegado - comunicó Sanguis -. Ha llegado el momento, Sanguilentus.

-Tengo hambre - dijo este con más claridad.

Se detuvieron en un espacio esférico. Sobre ellos había una rendija, formando cuadrados, grande y redonda, por donde se filtraba la luz.

-Bien, ¿y dónde está la entrada? - preguntó Stinger suspicaz.

-Detrás nuestro hay un pasillo que conduce a la sección Mathril - mencionó señalándolo con el pulgar-. Pero hemos decidido que ya era hora de comer - dijo el líder Metamorfo.

-¿Comer? - dijo aturdido mientras Los Hermanos Sangrientos lucían sus colmillos -. Yo no veo comida.

-Me temo que la comida somos nosotros, joven. Estos hombres serán experimentos de El Doctor - avisó Asuero.

-Muy bien abuelete, has ganado un premio. Te hincaremos el diente primero - anunció Sanguis haciendo reír a Sanguilentus.

-Eso será si yo os lo permito - contrarió Stinger temblando de miedo -. Ojalá Ely y Juan Pedro estuvieran a mi lado - cavilaba.

-Pobre chaval - prosiguió Sanguis mostrando, ambos Metamorfos, sus largos y afilados colmillos-. No seas tan impaciente, luego vas tú.

En un abrir y cerrar de ojos, estos se abalanzaron sobre ellos con una rapidez increíble. A Stinger le dieron un fuerte empujón, apartándole de Asuero. Ante él, presenció una escena terrible.

¿Qué les pasará a Stinger y a Asuero? ¿Serán comidos por Los Hermanos Sangrientos? ¿Saldrán estos impunes? ¿Dónde se habrá metido Erión? ¿Les defenderá? ¿En realidad está de parte de Stinger o no? ¿Por fin hallarán Ely y Juan Pedro la, tan esperada, Sección Mathril?

No te pierdas la semana que viene el Capítulo 24: El Stigma: El poder de los Sueños. Cuenta atrás en la sección Mathril.

Continuará...

Esta historia es un relato original protegido y creado por Fox Stinger(M.N.Z.)

Nota: Si alguna palabra no es comprendida por el lector, visite el sitio web de la Real Academia de la Lengua Española.