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No soy Beatriz de Mesina... Pero puedo ser tan ácida y corrosiva como ella. Y si no, que se lo pregunten a Wayfarer... Pero, como casi siempre, todo es mucho ruido y pocas nueces.

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Viernes, 07 de Enero, 2005

Fox Stinger: GÉNESIS 4.0 (Edición Especial)

Capítulo 48: El retorno del Señor Poderoso.

Erión, Troyana y Juan Pedro fueron trasladados a la misteriosa Organización X. Mientras Ely iba a ser tratada para no perder la vida, sus amigos, preocupados, se fueron a descansar. Pudieron descansar un poco hasta que una energía poderosa hizo acto de presencia. Erión estaba inquieto. Aún así, acompañado por Juan Pedro, se dirigieron a la sala principal en donde se iba a presentar alguien quien Erión creía muerto.

-¡Tú! – exclamó Erión muy sorprendido.

-¿El Señor Poderoso? Hacía tiempo que no se recibían noticias de usted – comentaba Juan Pedro.

El Señor Poderoso era un hombre de mediana edad, gordo pero musculoso. Tenía el cabello oscuro con entradas y perilla. Sus ojos estaban negros como el petróleo. Vestía unos pantalones de vestir color vainilla con una camisa azul oscura.

-Aaaah, qué sorpresa, Juan Pedro, el hermano entrometido de Calixto - hablaba con voz desgarradora -. He venido a hacer una visita al Jefe Supremo.

-¡¿Para qué le quiere ver?! Todo el mundo sabe que eres aliado de El Doctor – continuaba Juan Pedro.

-¿Yo? ¿Aliado de El Doctor? Podría decirse que sí pero aspiro más alto.

-Tal vez, ¿de Pesadilla Eterna? - argumentó Juan.

-Ay, Juan Pedro, después de todo has logrado sobrevivir. Te creía muerto después del enfrentamiento de tu amigo con El Doctor. Por cierto ¿dónde está? Me gustaría verle también.

-No te andes con rollos y dinos a qué has venido – exigió Erión.

-¿Y tú quién eres? ¿Nos conocemos? – preguntó el Señor Poderoso.

Erión se quitó las gafas dejando que, tanto Juan Pedro como el Señor Poderoso, vieran sus ojos rojos.

-¡Doble sorpresa! Un ente oscuro con un alma. ¿Saben tus amigos lo que te pasa cuando te da una luz muy fuerte en los ojos durante mucho tiempo? – Erión no respondió -. Hum, me lo suponía. Supongo que ese creador metió las narices y por eso saliste defectuoso. Le avisé a El Doctor que se deshiciese de ti pero es un idiota. Ahora que lo pienso, seguro que te sorprende verme. Fue de cobardes el que quisieras matarme en medio de la oscuridad, camuflado y por la espalda.

-Mira quién fue a hablar. En mi caso no poseía la fuerza necesaria para luchar contra ti.

-¿Y ahora sí?

-Mis combates me han dado fuerza y experiencia.

-Por vuestras ropas puedo discernir que no estáis al cien por cien de vuestras fuerzas. Así será más fácil librarme de vosotros y después me encargaré del Jefe Supremo.

-Por encima de nuestro cadáver – dijo Juan Pedro.

-Así será, chico... Dalo por hecho.

De improviso, y desconcertando a Juan Pedro, Erión tomó la iniciativa en el ataque, sin embargo el Señor Poderoso bloqueaba todos sus golpes.

-No pierdas las pocas energías que te quedan en balde. Voy a ir al grano, no quiero perder el tiempo inútilmente.

De modo que el Señor Poderoso principió su contraataque. Ensañándose con Erión, este no podía evadir los veloces movimientos de su contrincante. Era fortísimo.

-¡Erión! – grito Juan Pedro -. Maldito gordinflón, te vas a enterar – y se lanzó a la ofensiva.

Troyana se despertó viendo que estaba sola. Mientras tanto, Ely permanecía en una habitación blanca, en donde su cuerpo, medio desnuda, reposaba en una cama acolchada y semicubierta. Una cúpula, que salía de los lados, empezó a cerrarse para protegerla. Seguidamente, unos rayos, entre blanco y azules, la escaneaban.

Por otra parte, Stinger, con los ojos cerrados, se sumergió en un sueño. De nuevo era Orimá. Se despertaba de un largo y pesado descanso, en la camilla de un hospital. En esa sala había otros en situación parecida.

Le pesaban los ojos y su visión era muy borrosa. Apreció como una figura de color verde oscuro se le aproximaba preguntándole cómo se llamaba. Él respondía, con ansiedad, Fox Stinger pero la doctora le corrigió llamándole Mario.

-Cálmate – escuchaba con voz lenta y aguda -. Es por la anestesia.

Al tiempo que la doctora se alejaba, los ojos se le cerraron y el sonido se iba atenuando poco a poco. Al rato, contempló unos rayos blancos de luz que conducían a un claro. Finalmente la claridad le embriagó. De pronto veía a dos personas iguales a él.

-Vosotros... ¿Quiénes sois? – preguntó escuchándose con reverberación.

De refilón, se interpuso pequeña sombra entre los dos, un poco más adelante y frente a Stinger. Éste bajó la vista para mirarle pero sólo veía una sombra de lo que parecía un perrito moviendo el rabo y mirándole. Acto seguido, este perrito destelló, iniciando una metamorfosis. Se apoyaba sobre su dos patas traseras, como un hombre, y crecía notablemente casi a su misma altura, un metro sesenta y ocho, y en su frente el Stigma, el triángulo invertido, arqueado y con las puntas superiores puntiagudas, irradiando una luz intensa.

-¡¿Qué significa esto?! – y al instante pensó para sí: -Es parecido a lo que llevaba colgado en el cuello y perdí.

En el combate, Erión y Juan Pedro luchaban con todas sus fuerzas sin lograr dañarle. El Señor Poderoso asestó un potente golpe en la cara a Erión que lo dejó fuera de combate tras chocar contra la pared, incrustado en ella formando un agrietado agujero. En cambio, a Juan Pedro, le golpeó en el estómago dejándole sin aliento, lo cual se puso de rodillas, y, para acabar, le propinó una patada. De improviso, Tarsis surgió de la nada y el enemigo se le quedó mirando.

-Los insectos aparecen como hongos. Aquí es imposible aburrirse, nada más y nada menos que El Anciano en persona. Es un honor enfrentarme a vos. Por mucho que presuma de energía ilimitada no tiene nada que hacer.

-Déjate de palabrería y condescendencia que ya nos conocemos – respondió Tarsis.

Tarsis se abalanzó sobre él al tiempo que Juan Pedro y Erión volvían a ponerse en pie. El Anciano atacaba con mucho vigor pero, ni aún así, lograba reducir a su adversario.

-Nunca le han dicho que no se debe luchar con falda.

A continuación le dio un manotazo alejándola de él. A pesar de todo, Tarsis insistía.

-¿Eso es todo lo que puede hacer? Estoy perdiendo demasiado tiempo en tonterías.

La atacó de tal modo que se quedó arrodillada mirando al suelo extasiada.

-Me habían contado que El Anciano era invencible. ¿Dónde están tus habilidades? Puros cuentos. No es gran cosa. Seguro que sabe donde está ese crío, Stinger.

-Aunque lo supiese no te lo diría.

-Está bien. Pues adiós.

-¡Estoy aquí! – voceó Stinger de detrás de sus amigos malheridos.

-¡Stinger! – clamaron sus compañeros.

-No voy a permitir que dañen a mis seres queridos ni a nadie por mi causa. Si El Doctor me quiere, que venga él a buscarme.

Capítulo 49: Stinger ¡al ataque! La muerte de Tarsis.

Juan Pedro, Troyana la caza vampiros, Erión y Ely, esta última gravemente herida, fueron llevados a La Organización X, en donde podían curarlos. Sin embargo, tanto Juan como Erión, sintieron una presencia. Se dirigieron a la sala principal y allí apareció el Señor Poderoso. Erión y Juan Pedro se enfrentaron a él pero no conseguían mermar las fuerzas de este, solamente se agotaban ellos y, como aún no se habían recuperado del combate anterior, cayeron. Pero en ese instante, surgió Tarsis quien tuvo el valor de encararse con él. El Señor Poderoso iba a poner fin a su vida cuando, de repente, se presentó Stinger con aplomo.

-No voy a permitir que dañen a mis seres queridos ni a nadie por mi causa. Si El Doctor me quiere, que venga él a buscarme – dijo Stinger con tono desafiante.

-Exactamente no es él quien quiere verte, sino el señor Eterno. Pero si me lo pones así de fácil no rechazaré tu oferta. Te advierto que tengo órdenes de debilitarte un poco, así que avísame para que no te mate.

-Ese comentario sobra. Eres un fanfarrón.

-¡No, Stinger, todavía no estás preparado! ¡No vayas! - advirtió Tarsis.

-¿Porqué? Y preparado, ¿para qué?

-No puedo explicártelo ahora – contestó adolorida.

-Nunca hablas claro. Lo siento, Tarsis, pero la vida de los que quiero y de El Creador está en peligro y si puedo evitarlo, lo haré, aunque ello suponga sacrificarme.

-Oooooooh, qué mártir, qué sentimental... Qué estúpido. Cuánta imaginación soporífera segrega... – dijo peyorativamente -. Ese creador tuyo... Seguro que ya lo tenía escrito antes de que lo dijeses.

-No me confundirás con tus sandeces. A todo esto, ¿tú quién eres? – preguntó Stinger.

-Me llamo Señor Poderoso. Y he venido a poner fin a esta historia, a este cuento de ciencia-ficción.

-Vale, lo que tú digas. Me voy contigo si me das tu palabra de dejar vivir a los que se encuentran en este lugar.

-Claro, te doy mi palabra. Observa.

El Señor Poderoso estiró el brazo derecho hacia ese lado. Tras unos segundos, de su brazo brotó un aura roja y salió, de su mano, una bola del mismo color lanzándola impunemente. Aquel lado quedó totalmente calcinado.

-¡¿Porqué has hecho eso?! ¡Ahí había personas!

-Esa es mi palabra. Si no lo has entendido te lo explicaré brevemente. No – dijo rotundamente -. Cuando elimine al Jefe Supremo, esta sección desaparecerá con todos sus componentes dentro.

-Eres un ser despiadado y sin escrúpulos. Muy bien, haré todo lo que pueda.

-¿Cómo? ¿Pretendes vencerme? Iluso.

Stinger entró en acción, dejando a todos atónitos. Le dio una patada al Señor Poderoso, dando un respingo.

-Sí señor, eres muy fuerte... Pero yo lo soy más – dijo sacando la lengua para chuparse la sangre que salía de su boca.

Le tomó del brazo y, dándole vueltas, le arrojó al piso. A continuación comenzó a gritar seguido de un gran temblor. El suelo se resquebrajaba bajo sus pies. Así iniciaba una metamorfosis. Todo su cuerpo se ensanchaba. Sus pies, sus piernas, su pecho, sus brazos, su cuello... Las venas le brillaban, por las que se veía sangre verde fosforescente correr a mucha velocidad. Sus manos se asemejaban a garras, su cuerpo se llenaba de pelo color azabache. Sus colmillos crecieron de manera espectacular. Las ropa se le rasgó.

-¡¿Un Metamorfo?! – exclamó Stinger.

-Casi – contestó el Señor Poderoso -. Soy un híbrido de tres. Genético, Metamorfo y Oscuro.

-¿Oscuro?

-Como puedes ver soy un puma y no es mi única transformación. Si te portas muy mal te mostraré mi otra apariencia.

Stinger estaba atemorizado pero no le quedaba más remedio que combatir el mal. Debía afrontar los peligros, los miedos y demás obstáculos si quería vencer.

Los dos se enzarzaron, a la vez, en una lucha encarnizada. Los golpes de Stinger eran contundentes. Sus amigos, incluida Tarsis, se quedaron boquiabiertos. Cada vez era más fuerte. Pese al gran adelanto de Stinger en combate, el Señor Poderoso llevaba bastante ventaja con diferencia, dejando a su rival sin defensas.

-Esta claro que, a pesar de haber aumentado su potencial y sus habilidades, no ganará – decía Juan Pedro pesimista.

Erión se mantenía expectante y pensativo.

-Vaya con el humano, no lo haces mal del todo. Quisiera divertirme un poco más contigo pero debo abreviar.

Stinger se apartó, jadeando, y se quedó inmóvil, con la cabeza agachada.

-¿Qué le ocurre ahora? – inquirió Juan Pedro.

-Va a concentrar su energía. Si sigue así entrará en trance – explicaba Tarsis.

-¿En trance? ¿Qué significa eso?

-Pretende liberar toda su potencia de forma consciente. Aún no lo controla. Si entra en trance y no está consciente con seguridad moriremos.

-¿Tanto Ki tiene Stinger? – decía Juan fascinado y alertado.

-Hay que detenerle. No sólo puede devastar este sitio sino el planeta entero – avisó Tarsis.

-Je, je, je – sonreía el híbrido -. Esto se pone cada segundo más interesante. Ahora entiendo las razones del señor Eterno.

-Si vamos a pararle tenemos que hacerlo antes de que pierda la consciencia. Una vez transformado no nos reconocerá.

-¡¿Y qué podemos hacer?! – decía Juan Pedro nervioso.

-¡¡¡Stinger!!! - vociferó Tarsis con todas sus fuerzas.

Este respondió a su nombre, mirando a Tarsis volteando sólo la cabeza.

-Confía en mí. Le derrotaré – dijo con un tono de voz distinto al suyo, más serio y seguro.

-¡Eres un imbécil! ¡Si mueres, ¿quién nos librará de la amenaza de El Doctor y de esa pesadilla?! ¡¿Qué esperanza nos queda?! Stinger, eres nuestra única esperanza.

-Ya no me importa lo que digas, Tarsis. He tomado una decisión.

Stinger se giró, habiendo aparecido Tarsis delante de él. Los dos se miraron fijamente. Stinger quería apartar su mirada pero estaba rígido. Los ojos claros de Tarsis emitían un brillo extraño. Al poco rato, Stinger cayó al suelo sin conocimiento.

-¿Qué le ha hecho? – preguntó Juan.

-Es por su bien – respondió Erión.

Seguidamente le tocó y le hizo desaparecer. Después dirigió su mirada al Señor Poderoso.

-¿Qué? ¿Aún pretendes enfrentarte a mí, ahora que he aumentado mi energía?

Tarsis hizo un gesto raro. Cerró los ojos y adelantó su cuerpo como si fuese a echar a volar, sin embargo, se difuminó en el aire. Segundos más tarde surgió enfrente de su enemigo, encerrándolo en una cúpula azul. Le tocó y le paralizó.

-Estúpido Anciano, nada puede afectarme.

-¿Estás seguro?

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡¿Qué me estás haciendo?! – dijo nervioso al comprobar que no podía mover ni un músculo.

En medio de ellos se formó una bola de energía de minúsculas proporciones, no obstante, mortal, pues estalló con una fuerza impresionante dentro de la cúpula, mas hizo temblar todo el complejo. La cúpula se aclaró hasta desvanecerse y el humo salió inundando la sala.

-Ta... Tarsis – dijo Juan Pedro con angustia y preocupación.

Cuando el humo se dispersó, el delgado cuerpo de Tarsis se encontraba tumbado y, en apariencia, sin vida. En cambio, el Señor Poderoso había experimentado otra transformación. En esta ocasión era como al principio sólo que ahora tenía las habilidades de un puma y los ojos verdes que chisporroteaban emitiendo el propio sonido.

-Casi logras acabar conmigo, Anciano. Ya era hora de poner fin a nuestro encuentro – hablaba con voz reverberante.

De su cuerpo salió un aura oscura, concentrando al máximo su fuerza vital. Su piel parecía irradiar calor similar al efecto de un día muy caluroso sobre el asfalto. Delante de su pecho, brotaron unas pequeñas bolas rojas, más parecido a canicas, que se juntaban entre sí hasta crear una esfera gigantesca. Se disponía a lanzarlo cuando Tarsis se puso en medio, introduciéndose en ella y haciéndola explotar.

-¡¡¡Tarsis!!! – exclamó Stinger, junto con Troyana, saliendo del artilugio que llevaba a las habitaciones.

¿Es el Señor Poderoso invencible? ¿Habrá muerto Tarsis? ¿Podrán con el Señor Poderoso?

No te pierdas la semana que viene el Capítulo 50: La furia desatada. Se acerca el combate final.

Continuará...

Esta historia está registrada y protegida. Es un relato original creado por Fox Stinger(M.N.Z.)

Nota: Si alguna palabra no es comprendida por el lector, visite el sitio web de la Real Academia de la Lengua Española.