Fox Stinger: GÉNESIS 5.0
Capítulo
60: Stinger corre al Palacio de Cristal. El rechazo de una declaración de
amor.
Khyl fue herido
de gravedad por Erión quien no tardó en atacar a Stinger. Este se
transformó tras amenazarle con la muerte o reconversión de su hijo.
Después de un tiempo combatiendo, llegó Kanel con Troyana que estaba
sedada. Finalmente Stinger dejó de luchar y Erión contraatacó
sin mucho éxito. Kanel informó al joven que cuando encontró
a su mujer, su hijo ya no se hallaba.
-Por favor,
Kanel, cuida de mi mujer y de Khyl por mí, tengo que ir en busca de mi hijo
– dijo volteándose a Erión quien le tenía justo detrás,
observando todo -. Y creo que sé quién puede decirme dónde
está, ¿no es así, Erión?
Éste
nada más que sonreía.
-Cuando no
estabas poseído por la oscuridad eras muy serio, excesivamente serio, pero
ahora que te veo sonreír todo el rato me crispas los nervios. Dime, ¿a
dónde han llevado a mi hijo?
-¿A
quién te refieres? ¿A Fox Stinger o a Oscuridad Eterna?
-¿Qué
quieres decir?
-Está
bien, te lo diré puesto que no podrás impedir lo que se avecina.
-¡Habla
de una puñetera vez!
-Ya te lo he
comentado, La Pesadilla Eterna quiere convertirlo en su heredero. Convertirle en
su vástago, en La Oscuridad Eterna.
-Malditos desgraciados.
Como se atreva a ponerle una mano encima...
-¿Qué
vas a hacer? ¿Destruir a La Pesadilla Eterna? Eso es imposible. Él
es... ¡¡¡eterno!!! – y, después del grito, se rió
a carcajadas.
-Eso lo veremos.
Kanel, hazme el favor, ¿vale? Me voy.
-Espera un
segundo, majete...
-¿Majete?
-Tú
y yo todavía no hemos terminado – amenazó Erión.
-Yo sí
– cortó Stinger.
Así,
pues, canalizó toda su fuerza y energía vital en el puño y
le arreó un puñetazo que le dejó sin conocimiento. Del bolsillo
de su pantalón, se sacó unas gafas de sol y se las puso.
-Génesis
– llamó Kanel -. Seguramente se han llevado a tu hijo al interior del Palacio
de Cristal.
-Estupendo,
allí están mis amigos, Juan Pedro y Ely. Gracias Kanel. Cuídate
y cuídalos. Nos vemos.
Stinger se
apresuró y pronto, Kanel, le perdió de vista.
-¿Y
qué pasa con Erión? – se cuestionó poniéndose a Troyana,
de nuevo, en la espalda, ayudando a su hermano a incorporarse y sin recibir respuesta
-. Ahí se queda – y se marcharon.
Ely y Juan
Pedro continuaban huyendo de los monstruos que había creado La Pesadilla.
-Estos bichos
son unos plastas, por mucho que intentemos evadirlos vamos a seguir topándonos
con ellos. Lo mejor será encararnos al problema y eliminarlo de raíz
– sugirió Ely.
-Estoy contigo
pero nos queda bastante para llegar a la raíz del problema. Vamos allá.
Frenaron su
huida y se dieron la vuelta. Seguidamente corrieron hacia dos monstruos, los cuales
volaban a toda velocidad. Juan Pedro y Ely los golpearon con fuerza de resistencia.
Esos dos quedaron fuera de combate, sin embargo, no paraban de salir por todas partes.
Reanudaron la huida pues los que procedían eran más corpulentos y
altos y desprendían Ki por todo su cuerpo. Llegaron al final de un pasillo
en donde, tan solo, se veía un gran salón vacío y un ascensor
tras subir unas escaleras a los lados, parecidos a los de la entrada al palacio.
-¡Mierda,
estamos acorralados! No podemos seguir así. No nos queda de otra. Hay que
luchar – dictaminó Juan Pedro.
-No sé
si seré capaz de vencerlos – dijo Ely insegura.
-Yo sí
lo sé. Cuando yo acabe con el primero, si me necesitas, te ayudaré.
Hasta entonces cuídate de no caer, ¿vale?
-Vale. Tú
tampoco.
-Descuida,
soy un tipo duro de pelar – bromeaba.
Con arrojo
y decisión, Juan Pedro dio un paso adelante, plantando a sus terribles oponentes.
A uno de ellos le dio una patada, arrojándole hacia la derecha. A otro le
dio un rodillazo frontal que le hizo retroceder. Este último estaba resuelto
a atacar a Ely. Se disponía a golpearla, tras un salto hacia delante. Juan
Pedro, al ver sus intenciones, le agarró del tobillo y, dándole varias
vueltas, le lanzó contra otro enemigo que también iba a por Ely. Ésta,
al contemplar que Juan Pedro no podía defenderla por la cantidad de enemigos,
se transformó. Juan, en cambio, hacía todo lo posible para que no
tocaran a Ely, quien estaba preparada.
-¡Juan
Pedro, puedo luchar por mí misma!
-¡No!
– le gritó mirándola -. Será cabezota.
Como los dos
Metamorfos Oscuros no podían acercarse a Ely, se cebaron con Juan Pedro para
deshacerse de él e ir a por ella. Los golpes eran despiadados y violentos.
Harto, Juan Pedro se transformó también. En ese momento, Ely cobró
ánimo. Lucharon juntos, equilibrando la balanza con sus adversarios.
-¿Cómo
podemos aguantar tanto ante semejantes monstruos? - preguntó la fémina
al tiempo que combatía.
-Es posible
- conjeturaba Juan Pedro mientras esquivaba los ataques -. Que nuestras fuerzas
hayan aumentado desde el último combate. Pero, ¿cómo? ¿Porqué?
A medida que
la lucha se prolongaba, ellos eran más fuertes y los Genéticos perdían
terreno.
-¡Ely,
es hora de poner fin a esto! – y ésta afirmó con la cabeza.
Lanzaron a
un Genético contra los otros, dejándolos aturdidos. Ely y Juan se
retiraron a una distancia prudencial y se cogieron de la mano. Luego, una potente
aura energética de mucha intensidad les rodeó con chispeantes rayos.
Extendieron las manos que tenían libres.
-¡Combinación
de energía! – gritaron a la vez.
De sus cuerpos
brotó una enorme cantidad de energía vital sin dar oportunidad alguna
de reacción por parte de sus enemigos. Cuando la onda se desvaneció,
no había rastro de Genéticos y Ely y Juan Pedro tornaron a su apariencia
normal.
-Mira, Ely
– señaló Juan Pedro hacia arriba.
-Parece un
ascensor, ¿no? – y Juan asintió -. ¿Y a qué estamos
esperando? – finalizó Ely a punto de echar a correr.
-¡Ely!
– llamó deteniéndola.
Ely no se dio
la vuelta y agachó la cabeza. A su compañero se le veía detrás
de ella acercándose muy lentamente.
-Seguramente
ahí arriba nos espera El Doctor y es probable que también La Pesadilla
Eterna. Siendo consciente de que soy mortal, no quiero desaparecer sin decir antes
todo lo que siento.
Ely levantó
la cabeza con rapidez, fijando su mirada al infinito. Ni pestañeaba. Sus
ojos se notaban tensos, humedeciéndose ligeramente.
-Juan Pedro,
yo... – dijo apocadamente.
-¡No
digas nada! Permíteme sacar todo lo que llevo dentro desde hace mucho tiempo.
Al principio de conocernos no me fiaba de ti pero nada más verte, me gustaste.
Era algo que no podía controlar a pesar de mis sentimientos contradictorios.
Mi corazón sabía que no estabas con el enemigo. Llegué a pensar
que estaba confuso, que sólo era sentido de protección pero cuando
La Pesadilla Eterna, con el cuerpo de mi hermano, te hirió de muerte, sentí
que sin ti, tarde o temprano, yo también moriría, que esta historia
no tendría sentido si no estuviese a tu lado. Quise hacerme el duro pero
no pude, mi corazón no me dejaba.
En ese instante,
Stinger entraba al palacio por la puerta principal, viendo roto el cristal de la
sala contigua, pasando al interior y yendo por donde sus amigos habían pasado.
Mientras tanto,
Juan Pedro seguía con el intento de expresar sus sentimientos.
-Ya no voy
a irme por las ramas más, no quiero perder ni un segundo contigo. Deseo estar
para siempre a tu vera. Ahora he de hacerte una pregunta – dijo estando ya muy próximo
a la espalda de Ely.
-No, por favor.
No, por favor... – repetía en susurro con una lágrima resbalando por
su mejilla hasta acabar en la barbilla para finalizar cayendo al vacío.
-Tú...
¿Tú me amas? Por que a veces me confundías, no sabía
bien si estabas enamorada de Stinger o... – decía a toda velocidad.
-No te amo.
-¿Cómo?
– respondió abatido -. Si es verdad, vuélvemelo a repetir y júramelo.
La joven, angustiada,
vaciló unos segundos, los que tardó en ponerse las manos delante de
su pecho y apretar los puños.
-Lo siento.
No siento nada romántico por ti – le contestó a media voz.
Juan Pedro
se quedó sin palabras, inmóvil de la impresión, sin mostrar
ninguna emoción, sin parpadear. Al poco tiempo volvió en sí.
-Será
mejor que subamos – dijo con una tenue sonrisa -. Aunque no le venzamo, puede que
seamos capaz de agotarle hasta la llegada de Stinger – y le puso la mano en el hombro
de Ely -. No pasa nada. Todo sigue igual que antes.
Las palabras
con la sonrisa fingida de Juan Pedro, la serenaron aunque no del todo. Juan Pedro
se adelantó sin mirar atrás. La segunda y última lágrima
cayó al suelo. Luego se limpió deprisa y con cuidado para que no se
la notará que había llorado pues evidenciaría la verdad. Juan
Pedro ya le esperaba con las puertas del ascensor abiertas. Ely caminaba a paso
ligero con la cabeza inclinada. Fue la primera en meterse en el elevador, con permiso
de Juan, el cual entró después. Las puertas se cerraron. La joven
miraba la espalda de su amigo mientras él apretaba el botón de la
última planta. En ese espacio reducido tan solo habitaba el silencio. Ely
elevó su semblante para examinar cada detalle, por muy insignificante que
fuera, de su compañero. Su pelo corto y negro azabache, su ancha espalda,
sus brazos, su piel morena, su cintura, sus caderas, el trasero, las piernas. Cerró
los ojos y suspiró.
-¿Estás
preparada? – rompió la breve calma la voz de Juan Pedro.
-No, pero qué
le vamos a hacer. Es nuestro deber.
Sin añadir
nada más, Ely le dio la mano apretándole con fuerza. Dio un paso adelante
para colocarse junto a Juan Pedro. Éste se sonrió al tiempo que las
puertas del ascensor se abrían. La claridad les inundó y se adentraron.
Las puertas se cerraron.
¿Salvará
Stinger a su hijo? ¿Llegará a tiempo para luchar al lado de sus amigos?
¿Lograrán estos vencer a El Doctor? ¿Habrá sorpresas?
No te pierdas
el Capítulo 61: La llegada de Stinger. La historia de Troyana.
Continuará...
Esta historia
está registrada y protegida por la ley. Es un relato original creado por
Fox Stinger(M.N.Z.)
Nota: Si
alguna palabra no es comprendida por el lector, visite el sitio web de la Real Academia
de la Lengua Española.